Según informó la Agencia de Noticias AhlulBayt (ABNA), desde Madrid, en un foro titulado «América, Europa y los cambios paradigmáticos marcados por Estados Unidos», organizado por el grupo ultraderechista Libertad y Democracia, Felipe Calderón, presidente de México entre 2006 y 2012, expresó su pesar por el fin del «viejo orden de Estados Unidos como líder del mundo libre».
Este encuentro contó con la participación de otras figuras de la derecha latinoamericana como Mauricio Macri, expresidente de Argentina; Jorge Tuto Quiroga, expresidente de Bolivia; y Laura Chinchilla, expresidenta de Costa Rica.
En lugar de abogar por la autonomía y la integración regional, Calderón mostró su preocupación por la reducción del papel de Estados Unidos en América Latina tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, calificándolo como «el fin de un periodo de cooperación constructiva».
Sin embargo, el periodista cuestionó de forma crítica:
¿De qué intervención estadounidense habla Calderón? ¿De los golpes de estado que arrasaron con la democracia? ¿Del apoyo a dictadores y torturadores? ¿O del dominio de las multinacionales sobre los recursos y destinos de los pueblos?
Estas declaraciones, viniendo de un actor político que encabezó uno de los conflictos internos más sangrientos en México —la llamada «guerra contra el narcotráfico»— no solo son sorprendentes, sino que evidencian la profunda dependencia de una élite política de derecha latinoamericana con las estructuras de poder de Washington.
Los críticos sostienen que la nostalgia de Calderón por las intervenciones estadounidenses ignora décadas de lucha por la independencia política y económica de América Latina. Más que nunca, la región necesita una política exterior soberana, centrada en su gente y en oposición a las injerencias imperialistas, no un retorno a un orden obsoleto que solo trajo dependencia, pobreza y represión.
Asimismo, los observadores recuerdan que el llamado «cambio de paradigma en el orden mundial» al que se refiere el foro refleja en realidad el declive de la hegemonía tradicional de Estados Unidos y el tránsito hacia un mundo multipolar; una oportunidad para que muchos países redefinan su papel, y no una amenaza para el «orden».
Al cierre del encuentro, Calderón y Macri enfatizaron la necesidad de combatir el «extremismo de izquierda» en la región, que según ellos representa una amenaza para el «orden democrático». No obstante, los críticos afirman que el supuesto «orden democrático» que defienden estos grupos es en realidad un sistema económico dependiente y controlado al servicio de los intereses de los países ricos (como Estados Unidos y Europa) y las multinacionales.
Su comentario