Mientras el expresidente estadounidense presiona a países africanos con sanciones comerciales y restricciones de visados para que acepten a venezolanos deportados y presos, Nigeria rechaza públicamente esta exigencia “injusta”. Reacciones similares en Liberia y otras naciones evidencian el fracaso ético y diplomático de la política migratoria de la Casa Blanca, incluso en continentes alejados de sus fronteras.
El presidente de Estados Unidos, al acercarse la fecha límite para las negociaciones arancelarias con Japón, amenazó con aumentar los aranceles hasta un 35%, demostrando que Washington emplea cualquier herramienta para alcanzar sus objetivos. Esta actitud tensa no solo pone en riesgo el ambiente de las negociaciones, sino que también revela un juego político de Estados Unidos para promover sus intereses económicos y políticos a cualquier costo.
En el corazón de la Casa Blanca, donde se esperaba que la alianza entre Donald Trump y Elon Musk —dos símbolos construidos de poder e innovación— condujera a Estados Unidos hacia un «gran» futuro, hoy solo se observa caos, confrontación y la exposición de mentiras que durante años se vendieron bajo el nombre de unidad nacional. Esta disputa no solo ha sacudido los mercados, sino que ha puesto al descubierto profundas divisiones internas en el sistema político estadounidense, divisiones que ya no pueden ocultarse con espectáculos televisivos o eslóganes electorales.
Felipe Calderón, expresidente de México, lamentó en un foro con figuras de la derecha latinoamericana el fin de las intervenciones de Estados Unidos en la región; unas declaraciones que, según analistas, reflejan la histórica dependencia de ciertos políticos latinoamericanos hacia la hegemonía de Washington.