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Fuentes : Abna
sábado

25 noviembre 2023

12:54:15
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Historia del Islam en el VIII año de la hégira – La guerra de Muta y la batalla de Zatu Salasel

QOM. (ABNA) - Profeta del Islam; Mahoma (Muhammad) (PB) Por: Aiatollah Yafar Sobhani

 VIII AÑO DE LA HEGIRA

LA GUERRA DE MUTA

Terminó el VII año de la Hégira en el cual, gracias al pacto de Hudhaibiiah los musulmanes pudieron visitar la Casa de Dios en comunidad y lanzar las consignas de la Unidad divina en el corazón mismo de la idolatría. Sus consignas conmovieron por cierto a algunos de los jefes de Quraish, como Jalid Ibn Ualid, Amru Al-Ass y Uzmán Ibn Talha. Luego de un tiempo éstos se dirigieron a Medina y expresaron su decisión de sumarse al Islam, cortando relaciones con el gobierno de la Meca, que ya era como un cuerpo sin alma.

Algunos historiadores han afirmado que la islamización de Jalid y Amru Ass se produjo durante el quinto año de la Hégira, pero ello no puede ser cierto porque en la época del tratado de Hudhaibiiah, que tuvo lugar en el año VI de la Hégira, aún Jalid era de los comandantes mequinenses. Además es sabido que la islamización de ambos fue simultánea.

A principios del octavo año de la Hégira se había logrado ya una parcial seguridad en todo el territorio del Hiyaz. En ese momento en que el mensaje del Islam había logrado una considerable expansión, en que ya no se temía de los ataques o influencias judías por el norte, y se estaba a salvo de las agresiones de Quraish por el sur, el Enviado de Dios pensó en convocar al Islam a los habitantes de la frontera de Sham que permanecían bajo el dominio del imperio romano de oriente. Envió por ese motivo a Haris Ibn Umair con una carta destinada al gobernador de Sham, por entonces Haris Ibn Abi Shemr, quien gobernaba conforme a los mandatos del César.

Cuando el mensajero del Profeta (B.P.) ingresó a la frontera de Sham, Sharhabil, gobernador de esa parte de las tierras, enterado de su llegada, ordenó que lo aprehendieran. El emisario anunció que portaba una carta del Profeta del Islam a Haris, gobernador de todo Sham. Pero no obstante Sharhabil, contrariando todos los principios de la diplomacia y el buen trato y respeto de la vida de los mensajeros de paz, ordenó amarrar de pies y manos al emisario y posteriormente dictó la orden de su ejecución. Cuando el Enviado de Dios (B.P.) supo de este crimen se entristeció mucho e hizo saber a su comunidad sobre este vil proceder de Sharhabil, para inmediatamente convocar a los musulmanes al Yihad para vengar al mensajero Haris.

Otro criminal atentado.

Al mismo tiempo que ocurría lo mencionado anteriormente tuvo lugar otro suceso sangriento que confirmó la decisión del Profeta de vengarse de los gobernantes de Sham que no sólo asesinaron a un pacífico emisario, sino a toda una delegación enviada para la difusión del Islam. Veamos los detalles del suceso:

En el mes de Rabi‘ 1 del octavo año de la Hégira partió un grupo de 16 personas al mando de Ka‘b Ibn Amir Al-Gaffari armados sólo con las armas de la difusión (es decir: el conocimiento del Islam) hacia Dhatu Atlah, región situada detrás de Uadiu-l-Qura. El propósito del viaje de este grupo era la difusión del Islam a las gentes del lugar. La delegación acampó en el sitio señalado y dieron comienzo a su prédica. De repente se suscitó una fuerte oposición de parte de los habitantes del lugar, quienes en conjunto atacaron a los musulmanes. Estos se vieron entonces frente a una multitud que los asediaba y se defendieron con valentía, prefiriendo el martirio antes que el sometimiento. Casi todos ellos fueron martirizados. Sólo uno, que yacía herido en el suelo, pudo levantarse en medio de la noche y volver a Medina. Cuando llegó le comunicó al Profeta todo lo ocurrido. Esta masacre de musulmanes hizo que en el mes de Yumada se diera la orden de partida para el Yihad (guerra santa). Para reprender a los rebeldes y sortear los difíciles obstáculos que podían presentarse en el camino se reunió un ejército de tres mil soldados. Cuando estos se encontraban reunidos en el campamento de Yaraf, cerca de Medina, y a punto de partir, se presentó el Enviado de Dios y dijo a sus integrantes: “Parten hacia un lugar donde fue asesinado mi emisario. Inviten allí nuevamente a la gente hacia el Islam y la Unidad divina. Si aceptan, desistan de la venganza, en caso contrario rueguen a Dios el auxilio y combatan. ¡Soldados del Islam! Luchen en el nombre de Dios, reprendan a los enemigos de Dios y a sus enemigos de la tierra de Sham, pero no molesten a los monjes y monjas que viven en los monasterios y conventos alejados de las ciudades. Destruyan los nidos de Satanás que están en los cerebros de algunos de vuestros enemigos, y háganlo con sus espadas, pero dejen en paz a las mujeres, los niños y los ancianos. Tampoco deben cortar árboles ni destruir viviendas. ¡Combatientes!, vuestro comandante será mi primo Ÿa‘far Ibn Abi Talib. En caso de que sea herido lo sucederá Zaid Ibn Hariza, y si este fuese martirizado, los dirigirá Abdullah Ibn Rauaha. Si a éste último también le sucediera algo, serán ustedes mismos quienes elijan nuevo comandante”. Luego ordenó la partida. El mismo y un grupo los acompañaron hasta Zaniatul Uada. Allí se desp!dieron diciendo: “¡Dios los proteja de la maldad de los enemigos haciendo que regresen sanos y victoriosos!”

Discrepancias sobre quien fue el primer comandante.

Algunos historiadores escriben: “El primer comandante (de la expedición a Sham) fue Zaid, el prohijado del Profeta. Ÿa‘far y Abdullah eran sus reemplazantes”. Sin embargo los sabios de la escuela shi‘ita afirman que Ÿa‘far Ibn A bi Talib era el primero y Zaid y Abdullah sus sucesores. Nuestro propósito es investigar cual de las hipótesis concuerda con la realidad, y para ello existen dos argumentos:

1) Zaid no podía compararse con Ÿa‘far en cuanto a posición social, grado de devoción y sabiduría se refiere. Escribe Ibn Azir en su obra “Asadul Qaba": “Tanto por el carácter como por la espiritualidad y el físico Ÿa‘far se asemejaba mucho al Profeta. El fue quien creyó en su mensaje poco tiempo después de Alí. Cierto día Abu Talib vio a Alí orando a la derecha del Profeta y por eso indicó a Ÿa‘far que lo hiciera a la izquierda de Muhammad. Además Ÿa‘far fue el jefe del grupo que emigró a Abisinia abandonando su patria de la Meca, a fin de proteger la religión de los más débiles y perseguidos. Y fue él quien con su encendido y fervoroso discurso atrajo el corazón del Negus y su protección, y el que a través de la recitación del Corán dejó al descubierto la hipocresía y mentira de los emisarios de Quraish. El fue quien consiguió que el Negus protegiera a los creyentes y expulsara a los mequinenses”. Digamos por nuestra parte que otro antecedente a favor de Ÿa‘far es lo ocurrido a su arribo a Jaibar, durante el sitio de estas fortalezas judías. Cuando el Profeta supo de su llegada lo recibió, lo besó y le dijo: “No se por cual de los sucesos me alegro más, si por tu vuelta o por la toma de Jaibar llevada a cabo por tu hermano Alí”. Es Ÿa‘far el mismo gran hombre cuya valentía recordaba con añoranza su hermano el Comandante de los creyentes. Cierta vez cuando Alí supo que Amru Ass había establecido un pacto con Mu‘auiah  que disponía su elección como gobernador de Egipto si éste triunfaba, se entristeció mucho y dijo: “Si Hamza y mi hermano Ÿa‘far estuvieran con vida la estrella de mi victoria aparecería”. ¿Podemos entonces, a la luz de todos estos hechos históricos, suponer que el Profeta cedió la comandancia a Zaid y la sucesión a su primo Ÿa‘far?

2) Las poesías que importantes poetas compusieron en elogio del martirio de los comandantes evidencian que Ÿa‘far fue el primero en la posesión del mando. .Por ejemplo, tras recibir la triste noticia de los martirios, Hisan Ibn Sabit compuso una que dice en un párrafo: “Los comandantes martirizados en la batalla de Muta estarán colmados de la misericordia de Dios. Eran Ÿa‘far, Zaid y Abdullah, y encontraron el martirio uno tras otro”. Por su parte Ka'ab Ibn Malik compuso una poesía en memoria de los mártires de su familia, y en ella expresa claramente que Ÿa‘far fue el primer comandante: “...Recuerden cuando los soldados del Islam partieron a la batalla bajo la bandera de Ÿa‘far Ibn Abi Talib...” En resumen, estos versos son un testimonio histórico concluyente de la veracidad de la versión que hemos transmitido.

LOS EJERCITOS BIZANTINO E ISLAMICO FRENTE A FRENTE

El imperio romano oriental de la época, que había triunfado sobre Persia luego de experimentar un tremendo caos, vivía en un estado de embriaguez total. No obstante, habiéndoles llegado noticias de la valentía de los musulmanes y de sus numerosos triunfos, e informados de su partida y el número de sus huestes, decidieron preparar un fuerte ejército para combatirlos. Harqul (Heraclio), entonces el César, secundado por sus lacayos, puso en pie de guerra un fuerte y poderoso ejército para luchar contra el Islam. Prueba de ello es que sólo Sharhabil partió con un grupo de 100.000 hombres de las diferentes tribus de Sham para impedir el avance del Islam, y que Harqul aportó por su parte otros 100.000 hombres, quienes acamparon en Ma'ab, una de las ciudades de Bilqua, para secundar a Sharhabil.

La gran cantidad de efectivos que se reunió para enfrentar al pequeño ejército musulmán se debió a las noticias que daban cuenta de la valentía y el arrojo de estos hombres. Seguramente, si el contrincante hubiera sido cualquier otro grupo una décima parte de estas fuerzas hubiera bastado para aniquilados. Haciendo una comparación no cabe duda que de ambos ejércitos, el del Islam era el que manifiestamente, por todos los indicios, estaba en inferioridad de condiciones. En primer lugar desde el punto de vista del número, y en segundo lugar por el conocimiento de las tácticas militares. Por sus continuas guerras con Persia los romanos poseían tropas y comandantes experimentados que conocían bien las diversas tácticas militares que conducían al triunfo. Estos conocimientos en cambio eran sólo embrionarios en las filas islámicas. Tampoco podía compararse el armamento de ambos grupos. Y, lo mas importante, los musulmanes combatían en tierras extrañas, mientras que los romanos lo hacían en las suyas y podían por ello aprovechar de todo tipo de recursos. A esto el ejército islámico solo podía oponer su fuerza y su fe. Como enseguida veremos, los comandantes del ejército islámico percibían el martirio a los pocos metros, pero prefirieron resistir agregando de ese modo un nuevo honor a sus tantas glorias.

Luego de su arribo a tierras de Sham los musulmanes supieron de la preparación del enemigo y de su gran poder militar. De inmediato formaron un consejo de consulta a fin de discutir las medidas y estrategia a seguir. Un grupo propuso: “Comuniquemos la situación al Profeta y pidámosle que nos aconseje lo que debemos hacer”. Cuando esta idea estaba a punto de ser puesta en práctica Abdullah Ibn Rauaha, quien al salir de Medina había suplicado a Dios el martirio, se puso de pie y habló a los presentes: “¡Por Dios! Jamás hemos luchado fijándonos en el número de combatientes ni en la cantidad de armas. Siempre nos enfrentamos al enemigo llenos de fe, la misma fe con la que Dios nos agració. Levántense y sigan ese camino, emprendan la lucha y recuerden que en Badr sólo teníamos dos caballos y en Uhud sólo uno. En esta batalla sólo debemos esperar dos resultados: Triunfar, que es la promesa de Dios y Su Enviado, o caer mártires y reunimos con nuestros hermanos”. Este sermón fortaleció el espíritu combativo del ejército musulmán que se dispuso a dar batalla. Los ejércitos se encontraron en Sharef, pero por conveniencias tácticas los musulmanes retrocedieron y se ubicaron en Muta. Ÿa‘far Ibn Abi Talib, comandante en jefe, dividió su tropa en diferentes grupos y designó un comandante para cada uno de ellos. Allí dieron comienzo los duelos y los ataques. Además de portar la bandera y dirigir a sus hombres Ÿa‘far también luchaba como el que más. Mientras lo hacía recitaba este cántico: “Estoy feliz, porque está próximo el Paraíso prometido, con sus bebidas puras y por la próxima caída de Roma, un pueblo que se desvío de la Unidad divina”. Tras varios valientes ataques de pronto Ÿa‘far se vio rodeado por los enemigos e intuyó que su martirio sería inminente. Siguió defendiéndose. Un golpe de un enemigo le cercenó la mano derecha y entonces tomó el estandarte con la izquierda. Esta también le fue amputada, y entonces sostuvo la bandera bajo su axila. Finalmente cayó al suelo y halló el martirio.

La comandancia entonces pasó a manos de Zaid quien tomando la bandera luchó con espectacular valentía hasta caer también martirizado. El tercero en la sucesión del mando, Abdullah Ibn Rauaha, fue el encargado de dirigir la batalla. Tomó la bandera y recitó algunos cánticos de guerra. Mientras luchaba sintió un hambre intenso. Se le dio un bocado para saciar su hambre, y aún no lo había terminado cuando advirtió un ataque repentino del enemigo. Arrojó lo que tenía en su boca y salió a luchar hasta obtener el martirio. Ese mismo día un comandante romano fue muerto a manos de los musulmanes.

El desconcierto del ejército del Islam.

A partir de ese momento reinó el desconcierto en el ejército islámico. El comandante en jefe y sus dos sucesores habían sido martirizados. El Enviado de Dios (B.P.), que había previsto tal situación, había encargado que en tal caso los soldados eligieran a su comandante. Sabit Ibn Aqran tomó la bandera y exclamó: “¡Designen un comandante!” “Sé tu mismo”, le dijeron todos. Pero Sabit no aceptó. Luego él y el resto de los musulmanes designaron como tal a Jalid Ibn Ualid, quien hacía poco tiempo que se había islamizado. Era un momento delicado, pues el miedo se había apoderado de los musulmanes. En ese crucial momento el comandante elegido llevó a cabo una singular y exitosa táctica, sin precedentes hasta el momento.

En primer lugar ordenó realizar desplazamientos durante la noche, y también que las tropas del flanco derecho se desplazaran al flanco izquierdo y viceversa. Estos desplazamientos continuaron hasta el amanecer. Asimismo había ordenado a un grupo retirarse a una cierta distancia del grueso del ejército, y sumarse luego nuevamente al cuerpo principal del ejército islámico al amanecer al son de la consigna “La iláha illa Allah” (No hay dios sino Dios). Este plan tenía por objetivo hacer creer a los romanos que habían llegado nuevas fuerzas en auxilio de los musulmanes. Afortunadamente el plan surtió efecto pues al día siguiente el ejército romano decidió no atacar, pensando que los que el día anterior habían luchado con tanta fiereza, hoy, con tropas frescas llegadas en su auxilio, su ímpetu y firmeza serían arrolladores. El silencio y la tranquilidad en las filas de los romanos brindaron una excelente oportunidad para que los musulmanes emprendieran el regreso. Esta batalla puede interpretarse como un triunfo, pues un pequeño grupo resistió a un enorme ejército durante tres días (o un día según otra versión), pudiendo retirarse a salvo con sus fuerzas intactas. Las medidas del comandante electo, que salvaron a los musulmanes de la muerte devolviéndolos ilesos a Medina, pueden por eso considerarse como encomiables.

EL REGRESO A MEDINA

Ya antes del regreso de los soldados del Islam a Medina los musulmanes conocieron la noticia de la retirada de los creyentes. Se dirigieron al campamento de Yaraf para recibidos. A pesar de que la táctica del último comandante había sido muy astuta e inteligente no concordaba con los sentimientos de los musulmanes y su genuina valentía. Su actitud no fue considerada como una buena obra. La recepción se realizó con consignas reprobantes y arrojaban tierra sobre las cabezas de los soldados gritándoles: “¡Fugitivos! ¿Por qué escaparon de la guerra santa?” La actitud de estos grupos fue tan persistente en su ironía que algunos de los principales combatientes de la expedición a Sham debieron permanecer varios días encerrados en sus casas. Si salían la gente los señalaba y decía: “Ese huyó de la batalla”. Esta reacción ante la astuta retirada de los soldados del Islam demuestra el espíritu combativo y valiente de la mayoría de los musulmanes, fruto de su fe en Dios y en el Día del Juicio Final. Hubieran preferido morir por la Causa de Dios a cometer semejante deserción.

La tristeza del Profeta (B.P.) por el martirio de Ÿa‘far.

El Profeta (B.P.) lloró desconsoladamente por el martirio de su primo Ÿa‘far. A fin de dar cuenta de lo ocurrido a su esposa Asmá' Bint Umais y darle las condolencias se dirigió a casa de Ÿa‘far. Al llegar le preguntó: “¿Dónde están tus hijos?” La mujer los llamó. Se llamaban Abdullah, Aun y Muhammad. Por el intenso cariño que el Profeta les demostró a su llegada Asmá' descubrió el martirio de su esposa. Entonces dijo: “Tratas a mis hijos como si fueran huérfanos”. El Profeta se hechó a llorar; lloró hasta que sus lágrimas empaparon su barba. Más tarde pidió a su hija Fátima que hospedara a la familia de Ÿa‘far durante tres días. A partir de aquel momento el dolor por Ÿa‘far Ibn Abi Talib y Zaid Ibn Harisa perduró en el corazón del Profeta. Generalmente cada vez que entraba a sus casas los recordaba y lloraba por ello.

LA BATALLA DE ZATU SALASEL

Desde el día en que el Profeta (B.P.) se trasladó a Medina esta ciudad se convirtió en el corazón del Islam. Desde allí, en forma continua, el Profeta vigilaba la situación y movimientos de sus enemigos, y daba siempre la mayor importancia a la información que obtenía sobre sus planes y confabulaciones. Enviaba a agentes hábiles y experimentados a los alrededores de la Meca y a las diferentes tribus para informarse con la necesaria antelación de las decisiones de sus opositores. Gracias a estas informaciones que recababa le fue posible ahogar en sus mismos inicios muchos intentos agresivos, enviando contra ellos alguna pequeña expedición. De esta forma el Islam naciente iba sorteando los peligros con inmunidad y sin grandes derramamientos de sangre. Sólo hoy día, en que la información de inteligencia sobre el poder del enemigo se considera uno de los factores fundamentales del triunfo, y para lo cual los gobiernos de todo el mundo han dispuesto sofisticadísimos medios, se comprende la importancia de esta táctica que el Profeta introdujo por primera vez en esa región del mundo. Luego de su deceso los califas y en especial el Imam Alí, solían también ponerla en práctica. Cuando el comandante de los creyentes designaba un gobernador para un sitio en especial primero designaba a algunas personas para que investigaran sobre su vida y se lo transmitieran. Durante el segundo año de la Hégira el Enviado de Dios (B.P.) envió a 80 emigrados comandados por Abdullah Yahesh a las cercanías de la Meca con el fin de enterarse de los planes y los movimientos de Quraish. Si en la batalla de Uhud el Profeta (B.P.) no fue sorprendido por Quraish, y antes de su llegada pudo concentrar sus fuerzas en las afueras de Medina, y en la batalla de los confederados tuvo tiempo para cavar una gran zanja en tomo de la ciudad, fue siempre gracias a las informaciones que le proporcionaban sus agentes y emisarios. Esta sabia actitud de Muhammad (B.P.) es una gran lección para todos los musulmanes, y es un deber de todo líder islámico ponerse al tanto de las maquinaciones contra el Islam que se urden en el seno de los países musulmanes o en cualquier lugar del orbe, y tratar de sofocarlas en sus inicios.

En la batalla de Zatu-Salasel fue posible sofocar una gran sedición contra el Islam gracias precisamente a la labor de inteligencia que mencionamos. Veamos los detalles.

Los agentes del Profeta (B.P.) le informaron que en un territorio llamado Uadiul-Iabes (el valle seco) se habían concentrado miles de efectivos aliados con el propósito de atacar al Islam con todo su poder, y que se habían conjurado a morir o matar a Muhammad y a Alí, su victorioso comandante.

En su libro sobre interpretación del Corán, Alí Ibn Ibrahim AlQummí escribe: “El ángel de la revelación fue quien enteró al Profeta de este complot”. Sin embargo el gran sabio shi‘ita, Sheij Al-Mufid, dice: “Fue un musulmán quien le informó acerca de la coalición”. Y relata: “Estas tribus habían decidido atacar por la noche y acabar con el Islam”.

El Enviado de Dios (B.P.) notó imprescindible notificar a los musulmanes del gran peligro que los acechaba. En aquellos días se solía convocar a la oración colectiva o para escuchar noticias, vocear la frase “As-Salátu-l-yámi'at” (la oración comunitaria). Un musulmán subió entonces a la azotea de la Mezquita y convocó a la comunidad. En breve todos acudieron. Muhammad (B.P.) subió al púlpito y habló: “Los enemigos de Dios los están acechando y decidieron sorprenderlos en una embestida nocturna. Debemos desbaratar esta sedición”. De inmediato un grupo de hombres se preparó para partir bajo el comando de Abu Bakr. Se encaminaron hacia la tribu de Banu Salim. El trayecto por el que debían transitar era extraordinariamente rocoso. La tribu mencionada moraba en un amplio valle y cuando los soldados musulmanes quisieron ingresar allí se toparon con una fuerte resistencia de su parte. Al comandante no le quedó otra solución más que ordenar el regreso. Escribe en su libro Alí Ibn Ibrahim: “Cuando los jefes de la tribu interrogaron a Abu Bakr sobre el objetivo de su presencia en el lugar éste les respondió: “Soy un emisario del Profeta y tengo el encargo de convocarlos al Islam, y si se rehúsan deberé luchar contra ustedes. En ese momento los jefes le mencionaron su gran número (de hombres), atemorizándolo. A pesar del deseo de luchar de los musulmanes Abu Bakr ordenó la partida”. El regreso del grupo expedicionario entristeció al Profeta. Entonces confió la comandancia a Umar. Esta vez el enemigo estaba más alerta que antes y se habían atrincherado y parapetado en el terreno rocoso que había a la entrada del valle. Cuando las huestes musulmanas llegaron al lugar salieron de su escondite y los sorprendieron entablando una fuerte lucha. De inmediato el comandante ordenó el regreso. Amru Ibn Al-As, el astuto político árabe que recientemente había adherido al Islam visitó al Profeta (B.P.) y le dijo: “Al-harbu judatun”, es decir: el triunfo en la guerra no sólo se debe a la valentía y la fuerza material sino también a la inteligencia y la astucia. Agregó: “Si yo fuera el comandante con seguridad que obtendría la victoria. Basándose en algunas conveniencias del momento el Enviado de Dios aceptó su propuesta, pero no obstante corrió la misma suerte que sus antecesores.

Alí es designado el comandante.

Los consecutivos fracasos sumieron en la desazón a los musulmanes. Finalmente el Profeta (B.P.) designó una tropa y nombró a Alí su comandante, entregándole la bandera. Alí entró en su casa y le pidió a su esposa Fátima un pañuelo que él solía atar en su frente en los momentos de mayor dificultad. La hija del Profeta se echó a llorar. El Enviado de Dios (B.P.) la consoló y le secó las lágrimas. Luego acompañó a Alí hasta la mezquita de Ahzab. Alí, montando un caballo blanco y negro se puso en marcha en una dirección diferente, al punto que los soldados creyeron que se dirigirían a Irak. El Enviado de Dios (B. P.) pronunció entonces la siguiente frase: “Lo elegí porque es el que ataca con valor y jamás da la espalda al enemigo”.

CLAVES DEL TRIUNFO DEL COMANDANTE DE LOS CREYENTES EN ESA BATALLA

Podemos resumir en los tres puntos siguientes las causas que condujeron al triunfo al grupo conducido por Alí en esta batalla:

1) No permitió que el enemigo se enterara de su objetivo, pues al salir cambió de rumbo. De esta forma sabía que la noticia no llegaría a sus oídos ni por medio de los beduinos ni a través de las tribus vecinas.

2) Alí utilizó un importante principio militar para disimular sus intenciones y sus movimientos hasta el último momento. Viajaban por la noche y descansaban durante el día. En las cercanías del valle el comandante ordenó a los soldados amarrar los hocicos de los caballos para que sus relinchos no despertaran la atención del enemigo o sus guardias. Al amanecer él y sus seguidores oraron. Luego subieron a la montaña y se dirigieron al valle, y cual un relámpago el ejército del Islam se abatió sobre su rival mientras aún dormían. Algunos fueron tomados prisioneros, otros se dieron a la fuga.

3) La valentía incomparable en el combate del Comandante de los creyentes, que abatió él solo a siete enemigos que aún resistían.

Alí regresaba así victorioso a la ciudad de Medina, y el Enviado de Dios y sus fieles se dispusieron a recibir al triunfante ejército islámico. Cuando vio al Profeta, Alí bajó de su caballo. Muhammad (B.P.) lo palmeaba y le decía: “¡Monta tu caballo, Dios y Su Enviado están satisfechos de ti!” En ese instante los ojos de Alí se llenaron de lágrimas de alegría y el Profeta (B.P.) pronunció una célebre frase a su respecto que dice: “Si no fuera por temor a que una parte de mi comunidad diga de ti lo que los cristianos dijeron de Jesús, pronunciaría una frase a consecuencia de la cual las multitudes rescatarían como bendición la tierra en la cual tú transitas”. Este sacrificio tuvo tanto valor que fue revelada la sura Al-Adiiat: “¡Por los corceles corredores, jadeantes. Chisporroteantes, atacadores al amanecer, en que levantan polvareda, y que irrumpen en las columnas adversarias”. (100: 1/5)

Respuesta a una lógica pregunta.

¿Por qué el Corán jura por los jadeos de los caballos y las chispas que salen de sus herraduras al chocar contra las piedras? Tal juramento demuestra la importancia de la guerra santa contra los opresores, pero además en un ejército que combate, no solamente el Islam proporciona el valor a sus hombres, sino también los animales e instrumentos con que participan de la batalla. Estos también son considerados santos y poseen un mérito, el gran mérito que se deriva de destruir la opresión y la injusticia salvando a la humanidad del yugo de los malvados. El Sagrado Corán (al efectuar este juramento) destaca lo sagrado del esfuerzo de estos animales y sus jadeos, y con ello convoca a los creyentes a reunir fuerzas con el fin de romper las cadenas de hierros que humillan a los pueblos. En la actualidad aquellos caballos de antaño se han convertido en veloces vehículos, y aquellos jadeos son ahora los estruendos de sus motores y armas, pero igual, como al principio del Islam, los rodea un halo de santidad y nobleza cuando son utilizados contra la opresión y por la fe.

Extraído del libro La Historia de Mahoma (PB); Vida del Profeta Muhammad (PB) e historia de los orígenes del Islam