27 julio 2025 - 14:01
Los niños olvidados de Ciudad Juárez; víctimas de la violencia y el abandono

Ciudad Juárez, una ciudad fronteriza en el norte de México, que se ha convertido en uno de los epicentros de la crisis humanitaria debido a la violencia de los grupos criminales y las consecuencias de las políticas de militarización y migración, ha dejado a sus niños atrapados en un ciclo de privación y peligro. Fernanda Castro y Wendy Selene Pérez, periodistas de este reportaje, con base en la información y citas proporcionadas por Gabriella Sánchez, Fernando Loera, Laurencio Barraza y Anali Ramírez, presentan una desgarradora narrativa sobre la vida de los niños que, en palabras de Fernando Loera, coordinador del programa de prevención de migración de niños y adolescentes, son llamados “los huérfanos de la guerra”. Estos niños, en la sombra de la falta de oportunidades educativas y apoyo social, caen fácilmente en las redes de tráfico de personas y drogas, siendo utilizados como vigías, guías o incluso como perpetradores de crímenes peligrosos.

Según la Agencia Internacional de Noticias Ahlul Bait (ABNA), Ciudad Juárez, una ciudad que respira bajo la sombra del muro fronterizo con Estados Unidos, en el calor abrasador del verano y el frío cortante del invierno, no ha traído a sus niños más que violencia, pobreza y privación. Gabriella Sánchez, investigadora de la Universidad de Georgetown, en sus estudios sobre los “niños de circuito” explica: “Estos niños, desde edades tan tempranas como los 11 o 12 años, debido al abandono escolar y la falta de oportunidades económicas, se involucran en actividades como vigilar para los traficantes de migrantes o drogas.” Añade que estos niños, que a menudo provienen de familias sin apoyo o de escasos recursos, debido a las estrictas políticas fronterizas de Estados Unidos, especialmente durante el segundo mandato de Donald Trump, han sido empujados hacia actividades más peligrosas como el secuestro o el menudeo de drogas.

Laurencio Barraza, director de la asociación “Tira Paro” en Ciudad Juárez, refiriéndose al rol de estos niños en las redes criminales, dice: “Estos chicos son inteligentes y conocen los caminos fronterizos como la palma de su mano. Para los grupos criminales, son un activo valioso, ya que, si son detenidos en Estados Unidos, debido a su corta edad, no son encarcelados y son devueltos rápidamente a México.” Según el informe de Gabriella Sánchez, en 2014, la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos identificó a más de 600 niños mexicanos que habían intentado cruzar la frontera, algunos hasta 48 veces. Esta política de devolución rápida, aplicada sin considerar las condiciones sociales y económicas de estos niños, no solo los regresa al ciclo de violencia, sino que aumenta su vulnerabilidad frente a los grupos criminales.

Las políticas migratorias de Estados Unidos, especialmente en el período reciente, han jugado un papel clave en la intensificación de esta crisis. La cancelación de programas de asilo como CBP One, la deportación masiva de migrantes sin considerar su situación, y el refuerzo de las barreras fronterizas, incluyendo la construcción de muros y el aumento de la vigilancia militar, han reducido el flujo migratorio irregular hasta en un 94 por ciento. Pero estas políticas, implementadas en nombre de la seguridad fronteriza, sin considerar sus consecuencias humanas, han convertido a los niños de Ciudad Juárez en víctimas silenciosas atrapadas entre los muros de concreto de la frontera y la violencia de los grupos criminales. Fernando Loera explica: “La reducción de las oportunidades de tráfico de migrantes ha empujado a los grupos criminales hacia actividades como el secuestro y el tráfico de drogas, y los niños siguen estando en la primera línea de estos crímenes.”

Anali Ramírez, investigadora del Colegio de la Frontera Norte, enfatiza: “La voz de estos niños debe ser escuchada. Son víctimas que no solo sufren la violencia de los grupos criminales, sino también la negligencia de los gobiernos de México y Estados Unidos.” Ella aboga por políticas de apoyo para crear oportunidades educativas y laborales que permitan a estos niños escapar del ciclo de violencia. Laurencio Barraza añade: “El atractivo financiero de las actividades ilícitas para estos niños es imbatible. Un adolescente puede ganar hasta 100 dólares o más en un solo cruce fronterizo, dinero que es vital para sus familias pobres.” Uno de los adolescentes, en una entrevista con Gabriella Sánchez, dice: “Con el dinero que ganaba del contrabando, compraba pizza para todos. Se sentía bien poder comprar ropa y zapatos para mis hermanos y decirle a mi mamá que no se preocupara.”

Pero este sentimiento de satisfacción viene acompañado de peligros mortales. Los informes indican que, desde 2006 hasta octubre pasado, alrededor de 1,873 adolescentes han sido asesinados en enfrentamientos relacionados con grupos criminales en México. El descubrimiento de los cuerpos de dos adolescentes de 14 y 16 años el martes en una zona desértica en el noroeste de Ciudad Juárez, con signos de tortura y las manos atadas, mostró una vez más la profundidad de esta tragedia. Estos dos niños, cuyos reportes de desaparición habían sido registrados previamente por sus familias, fueron encontrados cerca del “Mirador El Tambo”. Este trágico suceso, reportado por la policía estatal con el apoyo del ejército y la Guardia Nacional, es solo una muestra del sombrío destino que amenaza a los niños de esta ciudad.

Ciudad Juárez, que creció con la promesa de prosperidad económica a través de las fábricas de maquiladoras, hoy ha abandonado a sus niños en barrios marginales sin servicios. En vecindades como Anapra y Felipe Ángeles, donde el polvo del desierto lo cubre todo, los niños no tienen parques, escuelas suficientes ni un futuro claro. O trabajan en las fábricas por un salario mínimo o caen en las redes de los grupos criminales; una elección que, en realidad, no es tal. Las políticas de militarización del gobierno mexicano desde la era de Felipe Calderón hasta ahora, junto con las estrictas políticas fronterizas de Estados Unidos, han atrapado a estos niños en un ciclo de violencia y pobreza.

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