Agencia de Noticias AhlulBayt (ABNA): La selección española femenina de balonmano, Las Guerreras, disputó este domingo un partido clasificatorio para el Europeo 2026 contra Israel en Bratislava, en un encuentro a puerta cerrada, sin público ni cámaras de televisión, que finalizó con una victoria aplastante por 38-22. Sin embargo, el resultado deportivo quedó eclipsado por el potente gesto de las jugadoras, quienes lucieron en las cintas de sus zapatillas dibujos de sandías, un emblema histórico de apoyo a Palestina que representa los colores de su bandera —rojo, negro, blanco y verde— y surgió como símbolo de resistencia tras la prohibición israelí de exhibir la enseña palestina después de la guerra árabe-israelí de 1967 y la ocupación de Gaza y Cisjordania.
Horas antes del partido, las internacionales españolas emitieron un comunicado conjunto en redes sociales, tanto en castellano como en inglés, en el que expresaron su profundo malestar por tener que enfrentarse a Israel en medio de la ofensiva sobre Gaza. “Ante el deber de jugar, no puedo ignorar lo que sucede más allá de la pista. Como deportista, me resulta imposible separar por completo la competición de la realidad que ahí fuera golpea cada día las vidas de personas inocentes”, comienza el texto, que denuncia “un silencio que ahoga” y una “doble vara de medir”. Las jugadoras afirmaron: “Mi solidaridad está con el pueblo palestino, sometido a un genocidio que ha arrasado la vida de 68.000 personas y en cuyo hogar no han dejado piedra sobre piedra. No se trata de política (pregúntese quién lo argumenta y por qué): se trata de humanidad, dignidad y justicia. (…) Compito, sí. Pero no lo hago con indiferencia”.
El seleccionador español, Ambros Martín, se sumó a las críticas en una entrevista previa al diario Marca, donde manifestó su disconformidad con la disputa del partido: “Somos deportistas, pero también personas. Vemos lo que está pasando, como personas civilizadas en un país como el que vivimos, y así es difícil abstraerte de esta situación”. Martín subrayó que competían porque estaban “obligados a ello”, ya que de lo contrario recibirían una penalización, y cuestionó: “No se puede entender cómo se permite lo que está sucediendo. Vamos a competir porque estamos obligados a ello. De lo contrario, recibiríamos una penalización. Va a ser difícil jugar contra un país que no respeta ningún tipo de derecho humano, como a la vida, el más importante”.
El gesto de las sandías no pasó desapercibido en redes sociales, donde se celebró como un acto de coherencia y poder simbólico: “No hay nada más poderoso que un símbolo en el sitio exacto”, escribió una usuaria, mientras otros criticaron la mezcla de política y deporte. No obstante, las jugadoras optaron por un silencio político no cómplice, rompiendo el institucional de la federación, en un contexto donde el eco de los pasos y los gritos de banquillo resonaban en un pabellón vacío.
Este episodio pone de relieve cómo las circunstancias que rodean a Israel, con su continua vulneración de derechos humanos, colocan en el punto de mira cualquier competición con sus selecciones, y resalta la valentía de deportistas que, desde el silencio impuesto, elevan un mensaje de solidaridad con el pueblo palestino oprimido.
Su comentario