Agencia Noticiosa Ahlul-Bait (P)

Fuentes : Abna 24
viernes

22 mayo 2020

9:03:50
1039303

El Líder de Irán, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, pronuncia un discurso con motivo del Día Mundial de Al-Quds, en el que reitera el apoyo a Palestina frente a la ocupación israelí.

(ABNA24) - En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso
 
Alabado sea Dios, Señor de los mundos; la paz y las bendiciones sean para Muhammad, su familia pura, sus compañeros selectos y quien los siga en su benevolencia hacia el Día de‌ la Recompensa.
 
Saludo a todos los hermanos y hermanas musulmanes del mundo entero, a quienes felicito por adelantado la venturosa fiesta de Eid al-Fitr, pido a Dios que acepte sus actos de devoción en el venturoso mes de ramadán y expreso mi agradecimiento al Noble Creador por la gracia de estar presente en este mes de convite divino.
 
Hoy es el Día de Al-Quds, día que fue instituido por inteligente iniciativa del Imam Jomeini para que como un eslabón uniese las voces de los musulmanes a propósito de la Noble Al-Quds (Jerusalén) y sobre la oprimida Palestina, y que en estas décadas ha cumplido un papel en ese sentido, como seguirá haciendo, si Dios quiere. Los pueblos recibieron bien la iniciativa del Día de Al-Quds, que celebraron como primer acto necesario para mantener enarbolada la bandera de la liberación de Palestina.
 
La política de la Arrogancia y el sionismo consiste fundamentalmente en difuminar la causa palestina en las mentes de las sociedades musulmanas e ir haciendo que se olvide, y el deber más apremiante es combatir esa traición que están cometiendo esbirros políticos y culturales a sueldo del enemigo en los propios países islámicos. La verdad es que una cuestión de la grandeza de la de Palestina no es algo que autorice el olvido por parte del celo, la dignidad y la lucidez crecientes de las naciones musulmanas, por más que Estados Unidos, los demás países dominadores y sus lacayos en la región empleen en ello todo su dinero y capacidad.
 
Lo primero es recordar la gran catástrofe que fueron la ocupación de Palestina y la formación en ese país de la célula cancerosa sionista. Entre los crímenes cometidos por la humanidad en épocas cercanas a la actual, no hay ninguno de esas dimensiones e intensidad.
 
La ocupación de un país y la expulsión para siempre de su población de sus hogares y de la tierra de sus ancestros es en verdad un nuevo récord de la humanidad en ferocidad diabólica, y más acompañado como estuvo aquello de las más horribles matanzas, crímenes, destrucciones de cultivos y progenie, y con la continuación de esa injusticia histórica durante décadas.
 
El principal causante criminal de ese desastre son los Estados occidentales y su política diabólica. Cuando, en la Conferencia de París, los Estados vencedores de la Primera Guerra Mundial se repartían el oeste de Asia ―es decir, los dominios asiáticos del Imperio otomano―, el botín de guerra más importante, sintieron la necesidad creciente de una base segura en el corazón de esta región para asegurar su dominio permanente sobre ella. Inglaterra había preparado el terreno años antes con el plan Balfour, disponiendo para cumplir ese papel, con la colaboración en su diseño de plutócratas judíos, el invento llamado sionismo.
 
En ese momento, las condiciones prácticas ya estaban ahí. A partir de aquellos años, se fueron colocando las piezas y haciendo preparativos hasta que, por fin, tras la Segunda Guerra Mundial, aprovechando la distracción y los apuros en que se hallaban los Estados de la región, asestaron el golpe y proclamaron el régimen artificial sionista y su estado sin nación.
 
El blanco de ese golpe fue en primer lugar la nación palestina y, en segundo lugar, todas las naciones de la región.
 
Observando los acontecimientos posteriores de la región puede verse que el objetivo principal y cercano de los occidentales y de los capitalistas judíos al crear el estado sionista era establecer una base para su presencia e influencia constantes en el oeste de Asia que les diera acceso fácil para sus injerencias, imposiciones y dominaciones sobre los países y los Gobiernos de la región. Para ello, dotaron al artificial régimen de ocupación de todo tipo de instrumentos de poder, tanto militares como civiles, incluido incluso el armamento atómico, y colocaron en sus planes el crecimiento de esa célula cancerosa desde el Nilo hasta el Éufrates.
 
Lamentablemente, tras las acciones iniciales de resistencia, algunas de las cuales fueron admirables, la mayoría de los Estados árabes fueron rindiéndose y, en particular tras la entrada de los Estados Unidos de América como administrador de la cuestión, olvidaron tanto su deber humanitario, islámico y político como su celo y su orgullo árabes, y albergando esperanzas vanas sirvieron los objetivos del enemigo. Camp David es un ejemplo claro de esa amarga realidad.
 
En cuanto a los grupos de combatientes, tras algunas luchas sacrificadas en los primeros años, se fueron también viendo arrastrados hacia la vía estéril de la negociación con el ocupante y sus patrocinadores, y abandonaron una trayectoria que hubiera podido llevar a la realización del anhelo palestino.
 
Las negociaciones con Estados Unidos y los demás Estados occidentales, así como con los insustanciales foros internacionales, han sido para Palestina una experiencia amarga y fallida. Enseñar una rama de olivo en la Asamblea General de las Naciones Unidas no dio más resultado que el lesivo acuerdo de Oslo y fue, al final, la causa del ejemplarizante final de Yaser Arafat.
 
El amanecer de la Revolución islámica en Irán abrió un nuevo capítulo en la lucha por Palestina. Desde los primeros pasos ―con la expulsión de los agentes sionistas, que veían en el Irán de la tiranía del sah una de sus bases seguras, el traspaso de la embajada oficiosa del régimen sionista a la representación de Palestina y el corte del flujo de petróleo― hasta LAS grandes acciones y actividades políticas a gran escala, se dio lugar a la aparición del Frente de la Resistencia en toda la región, y en los corazones floreció la esperanza de que la cuestión se resolviera. Con la aparición del Frente de la Resistencia, las cosas se pusieron cada vez más difíciles para el régimen sionista ―y más difíciles que se pondrán en el futuro, si Dios quiere―, pero también se intensificaron en gran medida los esfuerzos de los protectores de ese régimen, con Estados Unidos a la cabeza, por protegerlo.
 
El surgimiento en el Líbano de la fuerza devota, joven y sacrificada de Hezbolá, así como la formación de los entusiastas grupos de Hamás y Yihad Islámica dentro de las fronteras de Palestina, no solo llenaron de ansiedad a los dirigentes sionistas, sino también a Estados Unidos y a los demás agresores occidentales, que tuvieron que situar en primer lugar en sus programas, después del apoyo material e intelectual al régimen de ocupación israelí, la búsqueda de aliados dentro de la región y de las sociedades árabes. El resultado de esa vasta actividad es visible hoy a ojos de todos en el comportamiento y el discurso de algunos gobernantes de Estados árabes y de ciertos actores políticos y culturales árabes traidores.
 
En la actualidad, se manifiestan por las dos partes actividades diversas en el campo de combate, con la diferencia de que el Frente de la Resistencia avanza hacia un poderío y una esperanza crecientes, integrando cada día más elementos de poder, mientras que, por el contrario, el frente de la opresión, el descreimiento y la arrogancia está día a día más vacío, desesperado e impotente. Un signo claro de esta afirmación es que el ejército sionista, que en un tiempo fue considerado invencible y veloz como el relámpago, y que en apenas unos días detenía a los grandes ejércitos de dos países agresores, hoy en día se ve obligado a retroceder y reconocer su derrota ante fuerzas combatientes populares en el Líbano y Gaza.
 
Esta situación del campo de combate es muy insegura y cambiante, y requiere una vigilancia constante. Lo que está en juego en esta lucha es de gran importancia, decisivo para el futuro y vital. Todo tipo de negligencia, dejadez o error en los cálculos fundamentales causará graves perjuicios.
 
Sobre esa base, voy a hacer varias recomendaciones a todos aquellos que tienen el corazón pendiente de la causa palestina.
 
1. La lucha por la liberación de Palestina es un Yihad por la causa de Dios y un deseable deber religioso islámico. El triunfo en tal combate está garantizado, porque el individuo que combate, incluso si pierde la vida, habrá alcanzado ihda al-husnayain, «una de las dos cosas buenas». Aparte de eso, la causa palestina es una causa humanitaria. Que se echara a millones de personas de sus casas, sus tierras y sus lugares de vida y de trabajo, haciéndolo además con asesinatos y crímenes, causa dolor y conmoción a cualquier conciencia humana y, si se goza de resolución y valentía, obliga a plantar cara. Por lo tanto, limitar la cuestión a un asunto meramente palestino o, como mucho, árabe es un error flagrante.
 
Quienes creen que las componendas de unos cuantos palestinos o de los gobernantes de varios países árabes autorizan a pasar por alto esta cuestión islámica y humanitaria están muy equivocados en su comprensión de la cuestión y, en ocasiones, incurren en traición al tergiversarla.
 
2. El objetivo de esta lucha es la liberación de todo el territorio de Palestina, desde el mar hasta el río, y el retorno a su país de todos los palestinos. Reducirlo a la formación de un Estado en un rincón de ese territorio ―y más en la forma degradante que se señala en la literatura indecente de los sionistas― no es reflejo ni de búsqueda de justicia ni de realismo. La realidad es que, hoy en día, el pensamiento, la experiencia y la autoestima de millones de palestinos han llegado a un grado en el que son capaces de dirigir su atención a ese gran Yihad, estando seguros, con la ayuda de Dios, de la victoria final. «Ciertamente, Dios auxilia a quienes Lo auxilian. En verdad, Dios es fuerte y poderoso» (Sagrado Corán, 22:40). Sin duda, muchísimos musulmanes de todo el mundo los auxiliarán y se compadecerán de ellos, Dios mediante.
 
3. Si bien es lícito aprovechar en esta lucha todo medio halal y legítimo, ayuda internacional incluida, hay que recalcar que debe evitarse confiar en Gobiernos occidentales y en las organizaciones internacionales que, de modo visible u oculto, dependen de ellos, que son enemigos de toda entidad islámica influyente. Los derechos de los seres humanos y los pueblos les son indiferentes. Son ellos mismos quienes han causado los mayores daños y cometido los mayores crímenes contra la Umma islámica. Ahora mismo, ¿qué institución internacional o qué potencia criminal responde por los asesinatos, las matanzas, las guerras provocadas, los bombardeos y las hambrunas artificiales causadas en tantos países islámicos y árabes?
 
Estos días, el mundo cuenta las víctimas del coronavirus en todo el planeta una a una, pero nadie ha preguntado ni va a preguntar quién es el asesino responsable de los cientos de miles de mártires, presos y desaparecidos en los países en que Estados Unidos y Europa han prendido la mecha de la guerra.
 
¿Quién es el responsable de toda la sangre derramada injustamente en Afganistán, Yemen, Libia, Irak, Siria y los demás países? ¿Quién es el responsable de todos los crímenes, expolios, destrucciones e iniquidades en Palestina? ¿Por qué nadie ha contado los millones de niños, mujeres y hombres que han sufrido injusticias en el mundo islámico? ¿Por qué nadie envía mensajes de condolencia por las matanzas de musulmanes? ¿Por qué tienen que vivir millones de palestinos setenta años lejos de sus hogares, en el exilio? ¿Y por qué tiene que ser ultrajada la Noble Al-Quds, primera alquibla de los musulmanes?
 
La Organización de las llamadas «Naciones Unidas» no cumple su deber, y las instituciones de los llamados «derechos humanos» están muertas. Los llamamientos a defender los derechos de la infancia y la mujer no incluyen a los niños y mujeres oprimidos de Yemen y Palestina.
 
Así están constituidas las opresoras potencias occidentales y las subordinadas instituciones internacionales, y cómo lo están en materia de deshonor y vergüenza algunos Estados de la región que los siguen va más allá de lo expresable.
 
Por lo tanto, la fervorosa y devota comunidad musulmana debe apoyarse en sí misma y en sus propias fuerzas internas, poner sus poderosas manos a la obra y superar los obstáculos encomendándose a Dios y confiando en Él.
 
4. Un punto importante del que no deben apartar la vista las élites políticas y militares del mundo islámico es la política de Estados Unidos y los sionistas consistente en trasladar los conflictos detrás de las líneas del Frente de la Resistencia. Tanto el desencadenamiento de las guerras civiles de Siria como el asedio militar y las matanzas diarias en Yemen, los asesinatos, la devastación y la creación de Daesh en Irak y asuntos similares en algunos otros países de la región son todo ello estratagemas para mantener ocupado al Frente de la Resistencia y dar al régimen sionista tiempo para actuar. Algunos políticos de países musulmanes, sin saberlo ―y otros, a sabiendas― se han puesto al servicio de esas estratagemas del enemigo.
 
La manera de evitarlo consiste fundamentalmente en que lo reclamen seriamente los jóvenes devotos de todo el mundo islámico. Los jóvenes de todos los países islámicos y, en particular, de los países árabes deben tener en mente el consejo del gran imam Jomeiní, que dijo: «Todos los gritos que lleven dentro láncenlos contra Estados Unidos» ―y, por supuesto, también contra el enemigo sionista―.
 
5. La normalización de la presencia del régimen sionista en la región es una de las líneas políticas fundamentales de los Estados Unidos de América. Algunos Estados árabes de la región que hacen a Estados Unidos de chicos de los recados se han dedicado a ello, haciendo preparativos tales como el establecimiento de relaciones económicas y similares. Esos esfuerzos son por completo estériles y no darán resultado.
 
El régimen sionista es para esta región un añadido mortífero que no supone más que perjuicio y, con toda certeza, será erradicado y expulsado, quedando el deshonor y el estigma para quienes han puesto sus medios al servicio de ese proyecto político de la Arrogancia. Algunos, para justificar ese comportamiento abyecto, arguyen que el régimen sionista es una realidad en la región, olvidando que las realidades mortíferas y perjudiciales deben ser combatidas y eliminadas. Estos días, es una realidad el coronavirus, y todas las personas sensatas consideran necesario combatirlo. Sin duda, el viejo virus del sionismo no durará ya mucho tiempo, sino que será erradicado gracias a la resolución, la fe y el celo de la juventud.
 
6. La recomendación principal de quien les habla es que la lucha prosiga, que se mejore la organización de los grupos de Yihad, que estos colaboren entre sí y que se amplíe el terreno del Yihad dentro de los territorios palestinos. Todos deben ayudar al pueblo palestino en este Yihad sagrado. Todos deben impedir que el combatiente tenga las manos vacías o las espaldas descubiertas. Nosotros haremos con orgullo cuanto esté en nuestra mano en ese sentido. Hubo un momento en que nos formamos el juicio de que el combatiente palestino tenía religión, celo y valentía, y que su único problema eran sus manos vacías de armas. Con la guía y la ayuda de Dios, hicimos una planificación, con el resultado de que el equilibrio de fuerzas de Palestina se transformó y, en la actualidad, Gaza es capaz de resistir frente a las agresiones militares del enemigo sionista y vencerlo. En la zona conocida como «territorios ocupados», ese cambio en la ecuación podrá hacer que la cuestión palestina se acerque a sus etapas finales. En este asunto, a la Autoridad Nacional le corresponde un gran deber. Con un enemigo salvaje no puede hablarse más que con autoridad y desde una posición de fuerza y, gracias a Dios, en el gallardo y resistente pueblo palestino están presentes las condiciones de esa autoridad. Hoy por hoy, los jóvenes palestinos están ansiosos por defender su dignidad. Hamás y Yihad Islámica en Palestina y Hezbolá en el Líbano lo han demostrado a todos. El mundo no ha olvidado ni olvidará el día en que el ejército sionista violó las fronteras del Líbano y avanzó hasta Beirut, ni el día en que un criminal asesino llamado Ariel Sharón desencadenó un baño de sangre en Sabra y Chatila, como tampoco ha olvidado ni olvidará el día en que ese mismo ejército no halló más remedio, ante las poderosas balas de Hezbolá, que retroceder tras las fronteras del Líbano con numerosas bajas, reconociendo su derrota y suplicando un alto el fuego. No tener las manos vacías y estar en posición de fuerza es eso. Bien, dejen ahora que tal Estado europeo ―que deberá avergonzarse por siempre jamás de haber vendido armas químicas al régimen de Saddam― considere ilegales a los dignos combatientes del Yihad de Hezbolá. Lo que es ilegal es un régimen como el de Estados Unidos, que crea a Daesh, o un régimen como el de ese Estado europeo, por el que perdieron la vida miles de personas en la ciudad iraní de Bané y en la iraquí de Halabja, por los efectos de sustancias químicas.
 
7. Lo último que queda por decir es que Palestina es de los palestinos y debe ser administrada conforme a su voluntad. La única conclusión, que debe ocupar su lugar por encima de los retos actuales y futuros de Palestina, es el proyecto de un referéndum en el que participen todas las comunidades religiosas y grupos étnicos palestinos, como planteamos hace cerca de dos décadas. Ese proyecto pone de manifiesto que las acusaciones de antijudaísmo que repiten los occidentales a través de sus altavoces carecen por completo de fundamento. Conforme a ese proyecto, los palestinos judíos, cristianos y musulmanes participarán codo con codo en un referéndum y determinarán el sistema político de Palestina. Lo que debe rotundamente eliminarse es el régimen sionista y el sionismo, que es una invención por completo ajena a la religión judía.
 
Para terminar, rindo honores a los mártires de Al-Quds, desde el sheij Ahmed Yasín, Fathi Shaqaqi y Sayyid Abbas al-Musawi, hasta el gran general del islam y rostro inolvidable de la Resistencia que fue Qasem Soleimaní y el gran combatiente iraquí que fue Abu Mahdi al-Muhandis, así como a los demás mártires de Al-Quds, y envío mi saludo al espíritu del gran imam Jomeiní, que nos abrió la vía de la dignidad y el Yihad. Igualmente pido a Dios Su misericordia para el hermano combatiente que fue el difunto Hoséin Sheijoleslamí, quien prodigó sus esfuerzos durante años en esta vía.
 
Con ustedes la paz y la misericordia de Dios.
342/