La Economía Islámica: una parte de un todo
La economía islámica es una expresión de la cosmovisión islámica para organizar la vida económica, la cual no está separada del conjunto de numerosas visiones islámicas que organizan otros aspectos de la vida del ser humano. Esas visiones representan en su conjunto la estructura islámica general que procura organizar los diferentes aspectos de la vida humana. Por ello, son homogéneas y armónicas, se complementan unas con otras, y se considera a la exclusión de cualquier parte de esa estructura general y su alejamiento de la escena de la vida, como un intento de aniquilar las oportunidades de éxito en el accionar del resto de las estructuras islámicas, como un obstáculo de su accionar, y como un barrera que impide que dé sus frutos y rendimiento esperados.
Partiendo de esa realidad, el mártir Muhammad Baqir As-¬Sadr hace hincapié en el importante papel que desempeñan las estructuras generales de los sistemas sociales para asignar sus lineamientos económicos. Por eso, considera un error que no demos la importancia correspondiente a la forma islámica general y que no tengamos en cuenta la naturaleza de la relación existente entre la economía y el resto de las partes del sistema, y la mutua influencia entre las mismas dentro de su estructura orgánica general. [1]
La estructura islámica general no está separada de las condiciones que le fueron dispuestas, sino que le fueron suministrados todos los elementos de permanencia y fuerza. Si la estructura islámica general consiste en el conjunto de estructuras sociales, económicas y políticas del Islam, entonces las condiciones dispuestas para estas estructuras -según lo delimita el Mártir As¬-Sadr- constan de los siguientes elementos:
Primero: La creencia. Es la regla central en el pensamiento islámico, la cual delimita la visión fundamental del musulmán '. respecto al universo de una forma general.
Segundo: Los conceptos, los cuales reflejan la opinión del Islam para explicar los asuntos en base a la visión general que es determinada por la creencia.
Tercero: Las emociones y sentimientos que el Islam debe desarrollar y transmitir, y que marchan paralelamente a esos conceptos, puesto que el concepto -en su condición de visión islámica respecto a un suceso en particular- hace surgir en el alma del musulmán sentimientos particulares frente a esa realidad, y delimita su orientación emocional hacia ello. Por eso, los sentimientos islámicos son producto de los conceptos islámicos, los que a su vez fueron dispuestos a la luz de la creencia islámica.
Esa relación y mutua influencia entre las condiciones y la estructura islámica general, y el profundo vínculo existente entre los elementos de esa estructura, representan la condición fundamental para el éxito del sistema social islámico, ya que “... cuando la sociedad islámica perfecciona su orden y estructura general, sólo entonces podemos esperar de la economía islámica, que presente su particular mensaje en relación a la vida económica, que garantice a la sociedad las causa de la felicidad y el bienestar, y que obtengamos de ella los mejores frutos”. [2]
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La estructura general de la economía islámica
El Mártir Aiatul-lah Muhammad Baqir _-Sadr establece tres pilares fundamentales para la economía islámica, los cuales delimitan su contenido doctrinal y la distinguen de los otros sistemas económicos. Estos son:
El primer pilar: El principio de “dualidad de la propiedad” (al-milkiah al-muzdawayah).
El segundo pilar: El principio de “la libertad económica dentro de unos márgenes delimitados”.
El tercer pilar: El principio de “la justicia social”.
El primer pilar: El principio de dualidad de la propiedad
Entre los pilares fundamentales sobre los que se centra el sistema capitalista es el de la propiedad privada, y el de extender el derecho de posesión del individuo a todos los ámbitos y esferas de la riqueza. De esa forma, "la sociedad capitalista cree en la forma privada e individual de la propiedad, o sea, la propiedad privada como una regla general, por lo que permite a los individuos la propiedad privada en los diversos tipos de riqueza existentes en los diferentes países en base a sus actividades y circunstancias, y no reconoce la propiedad pública excepto cuando lo impone la necesidad social o la experiencia demuestra la obligación de nacionalizar tal o cual servicio público, por lo que dicha necesidad tendrá un carácter excepcional que obliga a la sociedad capitalista -según sus fundamentos- a dejar de lado el principio de la propiedad privada y sacar de su ámbito un servicio o riqueza en particular”. [1]
Considerando la visión del sistema socialista el asunto es diferente, ya que allí se manifiesta la propiedad privada como un volcán de maldad y fuente de las contradicciones sociales, por lo que debe ser aniquilada para librar a la sociedad de su maldad, y para que de esa forma quede “... la propiedad pública como el principio general que se aplique a todos lo tipos de riqueza del estado. Según su opinión, la propiedad privada es sólo factible para algunos bienes y de forma excepcional, y es reconocida a veces a causa de la necesidad social forzosa”. [2]
El sistema socialista ha rechazado la propiedad privada al ser ella promotora de diferentes tipos de pobreza, necesidad, carestía, y por envalentonar a los capitalistas...y constreñidos a practicar el coloniaje para poseer los mercados y nuevos beneficios en el exterior, luego de habérseles agotado los mercados y recursos internos, por lo que ya no responden a sus deseos y codicia.
Dice el mártir Muhammad Baqir As-Sadr, refutando esas pretensiones: “En verdad que no es del principio de la propiedad privada que surgieron los crímenes del capitalismo absoluto, el cual ha estremecido la felicidad y bienestar del mundo, ni tampoco es el que ha impuesto la paralización de millones de trabajadores al utilizar modernas máquinas que realicen su trabajo, como ocurrió en los albores de la revolución industrial, ni es el que a impuesto la arbitrariedad en lo relacionado al salario del empleado, ni es el que obliga al capitalista a destruir una gran cantidad de sus productos en resguardo del precio del producto prefiriendo el desperdicio a cubrir con ello las necesidades de los pobres, ni es el que le exhorta a disponer su riqueza como un capital para obtener beneficios mediante la usura absorbiendo los esfuerzos de los endeudados sin producción ni trabajo de por medio, ni es el que impulsa a comprar de los mercados la totalidad de las mercaderías de consumo para acapararlas y elevar el precio de las mismas con su retención, ni es el que le obliga a abrir nuevos mercados a pesar de que con eso transgreda las libertades y derechos de los pueblos y pisotee su dignidad y libertad '" Todas esas terribles tragedias no son originadas por la propiedad privada, sino que son producto de "la conveniencia material y personal" que ha sido dispuesta como patrón de la vida en el sistema capitalista, y como el justificante absoluto de todas esas actitudes y negociaciones. Entonces, cuando las bases de la sociedad se fundamentan en ese criterio individual y justificativo interno, no es posible esperar sino lo que ha acaecido. Es a partir de la naturaleza de ese referente y criterio que esa maldición y condena se ha desbordado sobre la humanidad entera, y no del principio de la propiedad privada. Si el referente fuera cambiado y se dispusieran nuevas y correctas metas para la vida que armonicen con la naturaleza humana... se materializaría la solución real para el gran problema humano”. [3]
Entonces, no es la propiedad privada el origen de todas esas calamidades y crímenes -como lo imaginaban los marxistas-, ya que “... la necesidad, la indigencia, y los diferentes tipos de pobreza no se originan a partir de permitir la propiedad privada como medio de producción, sino que surgen a partir del marco (en el que está comprendida)”. [4] "...Ese marco que permite al ser humano que consuma a su hermano el ser humano, y le autoriza aniquilarle. Es cambiando ese marco por otro que regule los derechos del individuo y de la sociedad en base a la justicia y la equidad que la propiedad privada puede recobrar su remisión, y alejar de sí las suciedades y perjuicios del sistema capitalista. En cuanto al fenómeno del colonialismo, al cual los marxistas consideran como emanado de las entrañas de la propiedad privada al tornarse los recursos y mercados internos incapaces de satisfacer los intereses de la clase capitalista, decimos que no surgió de sus entrañas (de la propiedad privada), sino que consiste en la expresión práctica de los referentes materiales que dispone el mismo marco capitalista. Eso es lo que explica el surgimiento de ese fenómeno conjuntamente con los comienzos del capitalismo y su existencia histórica en las sociedades europeas”. [5]
El sólo hecho de abolir la propiedad privada y transformada en propiedad pública no soluciona el problema, ni libra a la sociedad de la pobreza y la miseria, ni tampoco la pone a salvo del dominio. de una clase en particular sobre el resto de los hijos de la sociedad. El régimen socialista, a pesar de haber confiscado propiedades de la clase capitalista, no pudo impedir el surgimiento de otra clase que pasó a gozar de los mismos beneficios que tenía la clase capitalista, sino que incluso se estableció la diferencia de clases y la explotación mediante la misma ley y valores marxistas, y de una forma más denigrante y nociva al establecer “la dictadura del proletariado”, que en realidad la representaba el partido comunista. Es por eso que la realidad no cambió, puesto que “... al nacionalizar el estado todas las riquezas y abolir la propiedad privada, la riqueza sobre la cual dominaba la clase capitalista en base a la economía sin límites y las libertades individuales, y que utilizaba en base a su pensamiento materialista, es entregada al aparato del estado que está conformado por un grupo sobre el cual dominan esas mismas concepciones materialistas de la vida que le obligan a anteponer los intereses personales producto del instinto del egocentrismo, el cual se rehúsa a que la persona renuncie a un placer o conveniencia a cambio de nada. Mientras la conveniencia material conforme el poder dominante, en base al juicio de los conceptos materialistas de la vida, entonces surgirán nuevas pugnas y conflictos sociales, y la sociedad se verá expuesta a diferentes formas de peligro y explotación”. [6]
Así vemos que las escuelas capitalista y Comunista son idénticas en cuanto a su fracaso, y es precisamente por la misma causa, o sea, la visión materialista y la pugna individual que imponen ambas escuelas, por lo que dejan el camino libre para la aparición de esos antagonismos (sociales).
De lo anterior queda en claro que la propiedad privada es el principio básico en la sociedad capitalista y lo que no es así conforma una excepción, mientras que en la sociedad socialista es la propiedad pública el principio de base y lo que conforma una excepción es lo que no es así. En cuanto a la escuela económica islámica, en la misma no se considera a una como original y a la otra como excepcional, sino que ambas forman parte del principio y la base. Es por ello que “... el Islam cree en la propiedad privada, en la propiedad pública, y en la propiedad del estado, y particulariza la intervención de cada una de estas formas de propiedad a un ámbito en particular, sin considerarse a ninguna de ellas como caso raro y excepcional, o como solución provisoria requerida por las circunstancias”, [7] a diferencia de los otros regímenes económicos que ni siquiera se conducen en base a sus propios principios fundamentales sobre los que se han cimentado. Es así que el capitalismo, por ejemplo, se ha alejado del principio de escuela libre, puesto que ha permitido la intervención del estado en la vida económica y el mantenimiento de “tierras estatales”. El régimen socialista también se vio obligado a renunciar a muchos de sus principios y llegar a aceptar la propiedad privada en unos límites restringidos hasta que finalmente se derrumbó, de forma que hoy en día los estados que antes integraban la Unión Soviética se dirigen hacia un régimen de mercado.
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El segundo pilar: El principio de la libertad económica dentro de márgenes delimitados
La escuela capitalista se centra en el principio de la libertad absoluta del ser humano en .el ámbito económico, y la considera un medio para concretar los intereses generales, además de su condición de derecho original del ser humano y por conformar una expresión práctica de la dignidad de la humanidad. Con esto, el concepto de libertad se extiende desde su consideración como instrumento del bienestar social y el desarrollo de la producción, hasta llegar a verificar en base al mismo la propia humanidad de la persona y su correcta y natural existencia. [1]
Al mismo tiempo que el sistema capitalista se excede al prodigar un carácter humano, legal y económico a tal libertad, la escuela socialista sostiene completamente lo contrario, y se refugia en expropiar las libertades y somete la actividad económica a una rígida autoridad y control, y a una tosca centralización en la que la actividad económica es transformada a partir de una acción humana vital en un accionar mecánico desposeído de cualquier contenido humano.
En cuanto a la economía islámica, ésta se distingue por tener una posición equilibrada -como es su costumbre al resolver los problemas humanos mediante aquello que es acorde a la naturaleza humana- por lo que permite a los individuos ejercitar sus libertades dentro del marco de los valores que purifican la libertad y la pulen, disponiéndola como un instrumento para el bien de toda la humanidad.
La delimitación islámica de la libertad social en el ámbito económico es de dos tipos:
Primero: La delimitación natural que surge de lo profundo de la persona, cuya fuerza y vigilancia se apoyan en el contenido espiritual e ideológico de la personalidad islámica, la cual “... se moldea en forma natural a la luz de la educación particular que el Islam suscita en la persona en una sociedad en la que el mismo rige sobre todos los órdenes de la vida (la sociedad islámica). En verdad que cuando a los marcos ideológicos y espirituales dentro de los cuales el Islam moldea la personalidad islámica, se les da la oportunidad de intervenir directamente en la realidad de la vida y de forjar la historia en base a los mismos... (se observa) que esos marcos poseen una enorme fuerza espiritual, que poseen un gran efecto en brindar una delimitación intrínseca y natural a la libertad concedida a los individuos de la sociedad islámico, y que realizan una orientación purificadora y correcta, sin que los individuos sientan que se haya quitado algo de su libertad, ya que la delimitación procede de su propia realidad espiritual e ideológica, por lo que no encuentran en los mismos limitación para su libertad. Es por eso que la delimitación intrínseca no representa en realidad una restricción para la libertad, sino que ello es producto del contenido interno de la persona libre, una suscitación espiritual y correcta, desde que en base a ello, la libertad cumple con exteriorizar su mensaje de rectitud”. [2]
Segundo: La delimitación objetiva que se expresa mediante la acción de una fuerza externa que restringe el comportamiento social y lo reglamenta. Puede ser que la educación islámica no florezca en las almas de algunos, ni encuentre camino hacia su interior y sus conciencias, entonces, es la fuerza exterior la que se encarga de amedrentarlos para que respeten y acaten la ley islámica. El Mártir Muhammad Baqir Al-Sadr opina que esta delimitación extrínseca se hace efectiva a través de dos caminos: [3]
A- A partir de la shari‘ah -en sus fuentes generales-, la cual se encarga de estipular textualmente la prohibición de una serie de actividades económicas Y sociales como la usura, el acaparamiento Y monopolio, Y otras similares, que desde el punto de vista del Islam constituyen un impedimento para materializar los valores en que se fundamenta el Islam.
B- La shari'ah o ley islámica ha dispuesto el principio de la supervisión del Walf Al- 'Amr (autoridad encargada de los asuntos de los musulmanes) sobre la actividad general, y la intervención del estado para proteger y cuidar de los intereses generales, yeso mediante la restricción de las libertades individuales en lo relacionado a la práctica de determinadas actividades. El Islam ha dispuesto este principio necesario para garantizar la concreción de sus valores Y conceptos pertinentes a la justicia social a lo largo de los tiempos. Los requerimientos para la justicia social hacia la cual invoca el Islam divergen de acuerdo a las circunstancias económicas de la sociedad, Y a las condiciones materiales que la rodean. Así, realizar una actividad puede ser perjudicial para la sociedad Y sus bases en un tiempo, sin llegar a serlo en otro, por lo que no será posible detallar ese caso en concreto en una forma legal constante, sino que el único medio es dando lugar a la figura del Wali Al-'Amr, para que éste haga uso de su atribución de poder controlador, orientador y delimitador de las libertades individuales en el espectro de los asuntos que se realizan o dejan de hacer Y que en la shari'ah son catalogados de “lícitos”.
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El tercer pilar: El principio de la justicia social
Dice el Mártir As-Sadr: “Cuando el Islam introdujo la justicia social dentro de los fundamentos básicos a partir de los cuales se conforma su escuela económica, no instauro la justicia social en su sentido abstracto y general, ni la invocó de una manera abierta a cualquier interpretación, ni la delegó a las sociedades humanas que divergen en su visión de la misma en relación a sus ideas resultantes de sus culturas particulares y su propia compresión de la vida..., sino que tal concepto fue delimitado y cristalizado por el Islam en una línea social determinada, y pudo –después de eso- materializar esa decisión en una realidad social viva donde todas sus arterias palpitan, y presentarla como el "concepto islámico de la justicia”. [1]
Esa justicia se materializa en el conjunto de elementos y garantías que ha proveído el régimen islámico de distribución de la riqueza, que es mediante lo cual garantiza su poder para hacer efectiva esa justicia. El Islam no ha dispuesto la justicia social como una mera consigna, sino que ha dispuesto las representaciones detalladas de la misma, y ha erigido sus ribetes islámicos particulares. La forma islámica de esa justicia -como lo sostiene el mártir Muhammad Baqir As-Sadr- consta de dos principios generales, cada uno de los cuales presenta sus propios lineamientos y detalles:
A- El principio de la solidaridad general. Es “el principio en el que el Islam impone a los musulmanes -en su totalidad- la solidaridad mutua, y la dispone como un precepto impuesto a todo musulmán dentro de sus condiciones y posibilidades, y que éste debe acatar en cualquier caso, así como observa el resto de sus “obligaciones religiosas”. [2]
B- El principio de la equidad social. Es responsabilidad del Estado originar un estado de equilibrio entre los individuos en lo relacionado a la calidad de vida. [3]
El estudio detallado de estos dos últimos principios será tratado bajo el título de “la responsabilidad del estado en la economía islámica”.
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El Problema Económico
¿Por qué existen millones de personas que están destinadas a morir de hambre? ¿Por qué estos millones se encuentran desprovistos, y el mundo es impotente de garantizarles lo que vista sus cuerpos y cubra sus necesidades? ¿Por qué un ser humano se ve impotente de proveer un digno bocado tanto a su familia como a sí mismo, mientras que otros de su misma especie viven sumergidos en la suntuosidad y el derroche? ¿Cuál es la causa de ese problema, y cuál es la solución para librarse de sus peligros?
El capitalismo sostiene que la causa principal de este problema es la falta relativa de recursos naturales, y que éstos son limitados desde que no es posible aumentar la magnitud de la tierra en la que vive el ser humano, ni la cantidad de las riquezas contenidas en ella, mientras que las necesidades de la humanidad aumentan en progresión, y en concordancia al crecimiento y desarrollo de las ciudades. Esto es algo que hace que la naturaleza sea incapaz de brindar una respuesta a todas las necesidades de la totalidad de los individuos de la raza humana, y por consiguiente se produzca una competencia entre los individuos para satisfacer sus propias necesidades, originándose así el problema económico.
El marxismo refiere el problema a la contradicción existente entre la forma de producción y las relaciones de distribución, siendo así que cuando haya correspondencia entre esa forma y relaciones regirá la estabilidad en la vida económica, cualquiera fuera la clase de régimen social producto de la correspondencia entre la forma de producción y las relaciones de distribución.
En cuanto al sistema islámico, ¿cómo enfoca el problema y cuál es la solución que propone islámicamente?
Encuentro necesario enfatizar la postura positiva del Mártir Muhammad Bâqir As-Sadr respecto al problema económico, desde que rechaza los intentos de carácter explicativo que se rinden al problema económico aceptándolo como una realidad, y reconocen su condición de inevitable, en lugar de buscar una solución para ello, lo cual profundiza el problema y lo cubre con un manto de legalidad.
El mártir As-Sadr, en su intento por representar el problema económico, parte de la sagrada aleya coránica que dice:
«Dios es Quien creó los cielos y la tierra e hizo descender agua del cielo mediante la cual hizo brotar frutos para vuestro sustento; y sometió para vosotros los navíos para que naveguen por el mar con su anuencia; y sometió para vosotros los ríos * Y sometió a vosotros el sol y la luna que marchan incesantemente; y sometió para vosotros el día y la noche * Y os concedió de todo cuanto le solicitasteis. Y si contarais las mercedes de Dios no podríais enumerarlas. Por cierto que el humano es tirano, ingratísimo» [1]
Él agrega: “Estos párrafos reconocen claramente que: Dios, Elevado Sea, ha dispuesto para el ser humano en este extenso mundo todo lo que es de su beneficio y conveniencia, y le proporcionó los recursos suficientes para su abastecimiento.
Del último párrafo que dice «Por cierto que el humano es tirano, ingratísimo», se desprende que la tiranía que el ser humano lleva a cabo en su vida práctica, y su ingratitud frente a las mercedes divinas, son las dos causas fundamentales del problema económico en la vida del ser humano.
La tiranía del ser humano en el ámbito económico se manifiesta en la mala distribución, y la ingratitud de las mercedes divinas se manifiesta en su negligencia al explotar la naturaleza y en su postura negativa respecto a la misma. Es así que cuando se elimina la tiranía de las relaciones sociales (que rigen) sobre la distribución, y se alistan las fuerzas de las personas para beneficiarse de la naturaleza y de su aprovechamiento, se elimina el problema real en el ámbito económico” [2]. Entonces, “estas benditas aleyas, luego de señalar las fuentes de riqueza con las que Dios, Elevado Sea, ha agraciado al ser humano, hacen hincapié en que éstas son suficientes para satisfacer al ser humano y concretar su requerimiento: «Y os concedió de todo cuanto le solicitasteis». Entonces, el problema real no se origina de la mezquindad de la naturaleza o su impotencia para responder a las necesidades del ser humano, sino que se origina del ser humano mismo, como lo afirma la última aleya que dice: «Por cierto que el humano es tirano, ingratísimo». Es así que la tiranía del ser humano en lo que se refiere a la distribución de la riqueza, y su ingratitud de las mercedes por no aprovechar todas las fuentes que Dios le ha proveído de una manera completa, conforman las dos causas que conjuntamente conforman el problema en el cual vive el desgraciado ser humano desde las más remotas épocas de la historia.
La mera acción de explicar el problema sobre una base humanitaria hace que sea posible vencerlo y terminar con la tiranía y la ingratitud en lo referente a esas mercedes, mediante la implementación de relaciones de distribución justas, por medio de cargar todas las fuerzas materiales para el aprovechamiento de la naturaleza, y descubrir todos sus tesoros”. [3]
Hasta aquí se hizo evidente que la representación del mártir As-Sadr del problema económico se compone de dos partes: una de ellas es la tiranía del ser humano y su mala distribución de la riqueza, y la segunda es la no explotación de todas las fuentes con las que Dios ha agraciado al ser humano. Eso es algo sobre lo que el mártir As-Sadr ha hecho hincapié en más de un lugar, solo que hay algunos que consideran la primera parte (de su teoría), descuidando la segunda.