El nuevo embajador de Estados Unidos en México, Ronald Johnson, ha iniciado su misión diplomática con una agenda tan simbólica como reveladora. En apenas unos días, ha visitado la Basílica de Guadalupe, cenado con Eduardo Verástegui —referente de la ultraderecha mexicana— y entregado sus cartas credenciales a la presidenta Claudia Sheinbaum en Palacio Nacional. Con un perfil marcadamente militar, el diplomático llega con un mensaje directo: seguridad, migración y frontera serán prioridades absolutas.
Johnson, ex agente de la CIA y veterano de conflictos en Irak, Afganistán y los Balcanes, ha asumido su nuevo cargo en medio de tensiones crecientes entre ambos países. En su confirmación ante el Congreso de EE UU, el ahora embajador no descartó una posible intervención militar contra los cárteles, aunque matizó que “todas las cartas están sobre la mesa”. Una postura que Sheinbaum rechazó de forma tajante: “Eso no está sobre la mesa, ni sobre la silla, ni sobre el piso, ni sobre ningún lado”.
Durante su estancia inicial en México, Johnson también se reunió con el canciller Juan Ramón de la Fuente y, al caer la noche, compartió cena con Verástegui, a quien llamó “mi hermano” en medio de vítores y mariachis. En paralelo, subió fotos con su esposa Alina en la Basílica, afirmando que habían acudido “para pedir sabiduría y fuerza en beneficio de ambas naciones”.
El mensaje político de su llegada no ha pasado desapercibido. A diferencia de su predecesor, Ken Salazar, Johnson no posee experiencia en asuntos económicos o comerciales, pero sí un largo historial en inteligencia y operaciones encubiertas. En su anterior destino como embajador en El Salvador, desarrolló una relación estrecha con el presidente Nayib Bukele, minimizando las críticas por autoritarismo a cambio de alineamiento estratégico con Washington.
Ya en funciones, Johnson ha agradecido a Sheinbaum “su calidez” y ha recordado las “muchas llamadas” entre la presidenta y Donald Trump, en las que —según él— se refleja la relevancia de la relación bilateral. En los primeros meses del nuevo gobierno republicano, los temas de fricción entre ambos países se han ampliado: del fentanilo y la migración se ha pasado a disputas por tomates, agua y hasta plagas agrícolas.
Con este nombramiento, la administración Trump refuerza su apuesta por una línea dura en América Latina, comenzando por México.
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