26 junio 2025 - 15:22
Israel y la ilusión de la victoria: la supremacía de Irán en la batalla de las narrativas

El reconocido analista británico David Hearst, en un artículo detallado publicado en Middle East Eye, argumenta que el ataque de Israel contra Irán, a pesar del alboroto inicial, no solo no logró sus objetivos militares y estratégicos, sino que cambió el equilibrio de poder a favor de Teherán y desafió la posición de Tel Aviv.

Según informó la Agencia de Noticias Ahl al-Bayt (ABNA), – El 14 de noviembre de 1940, la fuerza aérea de la Alemania nazi llevó a cabo un intenso bombardeo contra la ciudad británica de Coventry, un ataque que los medios alemanes describieron como "el más severo en la historia de las guerras". Joseph Goebbels, ministro de propaganda del régimen nazi, quedó tan impresionado por esta operación que acuñó el término "coventrización". Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que esta aparente victoria perdiera su brillo. Las líneas de producción industrial británicas fueron rápidamente reubicadas, las capacidades se reconstruyeron y la determinación pública para resistir se fortaleció. Esta experiencia histórica se aplica ahora también al caso de Irán.

Israel descubrió en solo doce días que la victoria que celebró en las primeras horas del ataque a Irán se convirtió en una derrota estratégica. Los ataques, que se suponía destruirían la infraestructura nuclear, la capacidad misilística y la cohesión política de Irán, no lograron ninguno de estos objetivos.

El programa de enriquecimiento de uranio de Irán no solo no fue completamente destruido, sino que parte de su equipo sensible había sido trasladado a lugares seguros antes del ataque. Más de 400 kilogramos de uranio altamente enriquecido siguen en manos de Teherán, y los científicos y comandantes perdidos fueron rápidamente reemplazados.

La capacidad misilística de Irán, contrariamente al objetivo de Israel, permaneció intacta y, en respuesta a los ataques, instalaciones estratégicas como una refinería de petróleo y una central eléctrica en territorio israelí fueron blanco de ataques. Durante este período, Israel sufrió daños que no había experimentado en dos años de lanzamiento de cohetes desde la Franja de Gaza.

El régimen iraní no solo no colapsó, sino que ganó mayor cohesión debido al sentimiento nacionalista que surgió en respuesta a un ataque considerado injustificado.

Sin embargo, un punto aún más importante fue la postura de Estados Unidos. Donald Trump inicialmente negó la participación de Washington en el ataque. Pero cuando los éxitos iniciales se hicieron evidentes, los atribuyó a la tecnología estadounidense e incluso habló de la posibilidad de un cambio de régimen. A medida que la guerra continuó y entró en una fase de desgaste, el presidente estadounidense cambió repentinamente de posición, agradeció a Irán por su advertencia previa sobre el ataque a la base aérea de Al Udeid en Qatar y pidió un alto el fuego inmediato, un alto el fuego que no satisfizo a Israel, pero que Netanyahu se vio obligado a aceptar.

Para Netanyahu, estos doce días fueron una lección amarga. El primer día, Israel logró atacar a comandantes militares y científicos iraníes de alto rango, pero con el paso del tiempo quedó claro que, sin la participación de Estados Unidos, ninguno de los objetivos estratégicos de Israel era alcanzable.

Trump, incluso antes de que se demostrara que las instalaciones de enriquecimiento subterráneas como Fordow habían sido realmente desactivadas, anunció que la misión había concluido. Con una rapidez cuestionable, cambió de postura y, al igual que en el caso de Yemen, puso fin al asunto con la firma de un acuerdo rápido.

Irán, a pesar de las pérdidas humanas y materiales, salió de este enfrentamiento con logros estratégicos. Su defensa aérea no pudo derribar los aviones de combate israelíes, pero su respuesta con misiles fue efectiva y constante. Estos ataques no solo desafiaron el sistema defensivo de Israel, sino que obligaron a la población israelí a refugiarse en búnkeres durante días y consumieron en gran medida los arsenales de misiles defensivos "Arrow".

Lo que importaba para Irán no era solo la supervivencia, sino demostrar su capacidad de resistencia y desgaste del enemigo. Esta guerra no fue solo un conflicto militar para Israel, sino el comienzo de una nueva realidad: un enfrentamiento directo con un país que no teme ni al poder económico ni a las amenazas militares.

En realidad, esta guerra se decidió más en el terreno de las narrativas y la legitimidad que en el campo de batalla.

La primera narrativa, aceptada por Israel y sus aliados árabes, sostiene que el mundo árabe e Irán no tienen más opción que rendirse ante la superioridad militar de Israel. Pero la segunda narrativa, representada por Irán y los movimientos de resistencia, sostiene que mientras continúe la ocupación, la resistencia persistirá, y el poder militar no puede determinar el destino político de la región.

En tales circunstancias, Irán no ve la necesidad de regresar de inmediato a la mesa de negociaciones, especialmente a una negociación que ha terminado dos veces por la mala fe de Washington: una vez con la salida de Estados Unidos del acuerdo nuclear en 2018, y otra este mismo mes, con una negociación que encubría la preparación de los ataques de Israel.

Teherán ahora podría considerar opciones como retirarse del Tratado de No Proliferación Nuclear o simplemente aumentar su capacidad de disuasión para hacer imposible otro ataque en el futuro.

A diferencia de Teherán, son Netanyahu y Trump quienes deben rendir cuentas a la opinión pública de sus países, una opinión que se vuelve cada vez más crítica hacia la continuación de la guerra, sus costos y sus fracasos.

El exministro de Defensa israelí, Avigdor Lieberman, describió la situación diciendo: "A pesar de los éxitos de inteligencia y militares de Israel, el final de esta historia es amargo. En lugar de una rendición incondicional, ahora entramos en negociaciones con un régimen que continuará enriqueciendo uranio, produciendo misiles y apoyando a grupos de resistencia. Desde el principio advertí: nada es más peligroso que un león herido".

Israel, en esta guerra, ha cambiado un enemigo indirecto como Hamás por un enemigo directo y poderoso, uno capaz de enviar a toda la población de este país al subsuelo en cuestión de horas.

Esto, aunque es un logro, no es del tipo que Netanyahu tenía en mente hace doce días.

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