Que un alto funcionario de un Estado que se presenta como “democracia” hable en términos de exterminar niños, revela la descomposición moral de un sistema basado en la ocupación, la limpieza étnica y la negación de la humanidad del otro. No es casual que el blanco de esas amenazas sean los pueblos árabes que se han solidarizado con Palestina y que rechazan la hegemonía imperialista en la región.
Yemen, un país que ya sufre una tragedia humanitaria provocada por años de guerra y bloqueo, se convierte ahora en blanco del odio sionista, porque se niega a ser cómplice de la masacre en Gaza. Al igual que en Palestina, lo que se pretende es castigar a la población civil, aterrorizar a los más vulnerables y perpetuar un dominio basado en la violencia absoluta.
Estas palabras deben interpretarse como lo que son: un llamado al genocidio. La comunidad internacional, que guarda silencio ante los crímenes en Gaza, no puede seguir encubriendo la barbarie con discursos diplomáticos. Las instituciones internacionales, si aún conservan un mínimo de credibilidad, deben investigar y sancionar estas amenazas como crímenes de incitación al genocidio.
El sionismo se desnuda: no busca la paz ni la seguridad, busca la destrucción del otro. Hoy son los niños palestinos, mañana los yemeníes. Ante este fascismo desatado, los pueblos del mundo tienen la responsabilidad histórica de levantar la voz y cerrar el paso a la barbarie.
Fuente: Editorial de la Unión Palestina de América Latina - UPAL.
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