12 octubre 2025 - 11:45
¿Plan de paz o simple alto al fuego?

Cuando Donald Trump anunció su propuesta para poner fin a la guerra en Gaza, muchos la recibieron como un “plan de paz histórico”. Sin embargo, al examinarla con detalle, lo que aparece no es un acuerdo de paz consolidado, sino un alto al fuego condicionado, una pausa con más preguntas que respuestas.

El texto presentado por Trump propone un cese inmediato de hostilidades, la liberación recíproca de rehenes y prisioneros, la entrada de ayuda humanitaria y una retirada parcial de tropas israelíes. Habla también de una administración “tecnocrática” palestina que asumiría temporalmente la gestión civil de Gaza, bajo supervisión internacional. Pero más allá de esos primeros gestos, no se define un horizonte político real: no se menciona la soberanía palestina, ni el derecho al retorno, ni el fin del bloqueo, ni la ocupación que alimenta cada estallido de violencia. 
 
Trump, fiel a su estilo, ha presentado esta iniciativa como un logro personal, sin abordar el núcleo del conflicto: la colonización continua, la negación del Estado palestino y la impunidad israelí. Un alto el fuego puede detener las bombas, pero no cura las raíces del sufrimiento. Si no se pone fin a la ocupación, cualquier cese de fuego será apenas una tregua provisional antes del próximo estallido. 
 
Hamás ha aceptado discutir el intercambio de prisioneros y una transición limitada, pero sin renunciar a la resistencia ni entregar el control político de Gaza sin garantías. Israel, por su parte, ve en el plan una oportunidad para imponer una “paz administrativa” que mantenga su control militar y económico. Así, cada parte interpreta el texto según sus intereses, lo que vuelve incierto el futuro del acuerdo. 
 
Los gobiernos árabes que apoyan la mediación, como Egipto, Qatar y Jordania, saben que sin una solución integral —que incluya Cisjordania, Jerusalén y el levantamiento total del bloqueo— cualquier intento será efímero. La verdadera paz no se decreta desde Washington ni se impone con condiciones; nace del reconocimiento pleno del pueblo palestino y de su derecho a existir libre en su tierra. 
 
El plan de Trump, en su forma actual, es un alto al fuego con aspiraciones diplomáticas, no un plan de paz. Podría ser el comienzo de algo mayor si se convierte en un proceso serio de descolonización y justicia. Pero si se queda en un acuerdo temporal sin garantías, pasará a la historia como otro episodio de manipulación política disfrazado de esperanza. 
 
Y debe subrayarse un principio fundamental: ningún acuerdo o negociación sobre el futuro de Palestina puede considerarse legítimo sin la participación de todas las facciones palestinas. Solo el pueblo palestino, en su conjunto y mediante su unidad nacional, tiene la autoridad moral y política para decidir sobre su destino. 
 
Mientras tanto, el pueblo palestino sigue pagando el precio de la impunidad internacional. Y como tantas veces, nos corresponde recordar que la paz no se construye con promesas, sino con verdad, justicia y libertad. 

Fuente: Editorial de la Unión Palestina de América Latina - UPAL.

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