Un rehén es una persona civil retenida fuera de un contexto militar, generalmente como medio de presión o intercambio político. Un prisionero de guerra, en cambio, es un combatiente capturado en el marco de un conflicto armado. Ambos están contemplados por la Convención de Ginebra, pero el sionismo y sus aliados mediáticos manipulan el lenguaje para imponer una narrativa moral: los suyos son “víctimas inocentes”, mientras los palestinos son “terroristas”.
La verdad, sin embargo, es muy distinta. Israel mantiene en sus cárceles más de 14.000 palestinos, entre ellos niños, mujeres y civiles sin juicio, muchos sometidos al sistema de detención administrativa, una práctica ilegal que permite mantener a una persona presa sin cargos ni derecho a defensa.
Y la diferencia en el trato entre unos y otros es abismal. Un israelí capturado recibe atención médica, alimentación adecuada y seguimiento humanitario constante. Los medios y organismos internacionales movilizan toda su maquinaria para hablar de él.
El prisionero palestino, en cambio, es maltratado, torturado, privado de atención médica y de contacto con su familia, y muchas veces recluido en condiciones infrahumanas. Mientras tanto, el mundo guarda silencio, y las potencias que se autoproclaman defensoras de los derechos humanos miran hacia otro lado.
Los combatientes palestinos no capturan civiles por capricho, sino en el marco de una guerra de liberación nacional contra una potencia ocupante. Los palestinos detenidos por Israel son prisioneros políticos y de guerra, víctimas de un Estado que viola sistemáticamente el derecho internacional.
El lenguaje, como el territorio, también es un campo de batalla. Llamar rehén a un israelí y terrorista a un palestino es manipular la verdad y blanquear la ocupación. Por eso debemos insistir: no existen “rehenes israelíes” y “terroristas palestinos”; existen ocupantes y ocupados, opresores y oprimidos, colonizadores y resistentes.
Los prisioneros palestinos son presos de guerra y de conciencia, símbolo de un pueblo que no se rinde. Y mientras haya un solo palestino tras las rejas, la palabra libertad seguirá siendo el nombre de nuestra lucha.
Fuente: Editorial de la Unión Palestina de América Latina - UPAL.
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